Marzo mortal

En un mes casi muero dos veces. Una aplastada por una estantería*, y otra por un camión.

El lunes pasado viajaba en un Renault 9 del año 96, con visible estado de deterioro por la ruta 3. No manejaba yo, ni dependía de mí elegir con quién ir. Caía la noche. Pinchó la goma. La remisera frenó bien, y paró en el pasto de al costado. Me puse contenta porque siempre me gusta un poco de adrenalina, de aventura. Lunes, siete y media de la tarde, en medio de la nada con un auto lleno de dinero (sólo yo sabía ese detalle). Nadie podría molestarme en medio del campo, ¿no?. Bueno pues. Resultó que la remisera se había olvidado de inflar la rueda de auxilio...

Nos dividimos, le dije que hiciera dedo hasta una gomería y le di cincuenta pesos para un remís de vuelta.

Como no había banquina, el auto estaba con sus ruedas de la derecha sobre la ruta, de frente al tránsito para poder subirlo con el crícket. Una ruta doble mano, sin rayita blanca en el medio. A todo esto, ya era noche cerrada. Sola. En la ruta. Con un auto en el medio del camino, lleno de dinero. Puse una baliza a 100 metros y otra a 50.

El primer camión que pasó no vio la primer baliza y la pasó por encima. Yo, mientras hablaba por teléfono con una amiga para no ponerme nerviosa, me pongo a acomodar la baliza que quedaba.
El segundo camión que pasó, no la vio, y la pasó por arriba.

El tercer camión que pasó, no vio ninguna baliza, ni el auto, ni a mí. Frenó a dos metros del auto. Clavó los frenos, prendió la luz de la cabina y me miró con cara de "Si no fueras mina me bajo y te surto a golpes". Sonreí con mi mejor cara de "No me haga nada, soy buena" y se fue.

A esa altura ya no me hacía gracia la aventura, como podrán imaginar. Mi amiga, que al otro lado del teléfono escuchó mi grito, me seguía hablando. Yo parada en el pasto del costado. Y el cuarto camión que pasó, por intentar esquivar el auto casi me pisa.

Finalmente, volvió la remisera. Por esas casualidades de la vida, la remisera se encontró con un conocido que la llevó con las dos ruedas arregladas, y encima la ayudó a cambiarla. La remisera tampoco tenía linterna. Así que la escena terminó conmigo haciendo señas con la luz del celular para que no atropeyen al pobre señor que estaba cuerpo a tierra en medio de la ruta doble mano, sin banquina, y sin rayita en el medio.

*La historia de la estantería no es tan interesante ni tan gráfica, así que quedará en vuestra imaginación.

Comentarios

QSUM dijo…
Ay que peligro por favor! suerte que estas a salvo... demasiada odisea para mi gusto, jajaja...

Entradas más populares de este blog

Otra nota mental