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Mostrando las entradas de marzo, 2010

De películas y fotografías

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Estuve dos meses yendo y viniendo de Tandil y no tengo fotos. Ni una. Pero esta vez es literal. En la peli anterior pensé que no había sacado ni una foto, pero sí, había sacado unas 7 en dos meses. Ahora la única que saqué, quedó en el celular de producción (que tenía cámara). Así que el que use el 5024-5647 (creo) observe que en el fondo de pantalla hay una hermosa flor de loto fuera de foco y movida, que fue tomada del jardín del castillo de Acelain. En compensación, subo la única foto que me interesa de las 7 que saqué en la peli anterior. Esta está oscura y mal encuadrada. Y no se entiende quiénes son, ni qué están haciendo, ni dónde están, ni nada. Pero el momento que evoca es lo que vale, supongo.

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Dieciséis viajes en dos meses : Dos pinchaduras Bastante bien, ¿no?

Pena, qué pena, penita mía

Tengo una pena que no me deja. Cada dos semanas viene, me hace cometer tonterías. Últimamente viene cada viernes. Pero viernes por medio, me contengo y no hago tonterías. Creo que esa pena es la que me dio fuerzas todo el verano. Sí, así de raro como suena. A algunas personas la tristeza las tira para abajo. En mí, es como una euforia que me impulsa a salir y a hacer más cosas. Pero cada viernes... Cada luna llena... Me mira a la cara y me dice "hola amiga, no te olvides de mí" "Mirame a los ojos" Y eso es lo único que quiero decirle a él. Mirame a los ojos y no pienses en nada. Y a mí. Pero qué inútil eso. Es un sueño infantil. Como cuando estás cansada y te imaginás una cama gigante, que ocupa toda la Avenida Santa Fe, desde Callao hasta 9 de Julio.

Marzo mortal

En un mes casi muero dos veces. Una aplastada por una estantería*, y otra por un camión. El lunes pasado viajaba en un Renault 9 del año 96, con visible estado de deterioro por la ruta 3. No manejaba yo, ni dependía de mí elegir con quién ir. Caía la noche. Pinchó la goma. La remisera frenó bien, y paró en el pasto de al costado. Me puse contenta porque siempre me gusta un poco de adrenalina, de aventura. Lunes, siete y media de la tarde, en medio de la nada con un auto lleno de dinero (sólo yo sabía ese detalle). Nadie podría molestarme en medio del campo, ¿no?. Bueno pues. Resultó que la remisera se había olvidado de inflar la rueda de auxilio... Nos dividimos, le dije que hiciera dedo hasta una gomería y le di cincuenta pesos para un remís de vuelta. Como no había banquina, el auto estaba con sus ruedas de la derecha sobre la ruta, de frente al tránsito para poder subirlo con el crícket. Una ruta doble mano, sin rayita blanca en el medio. A todo esto, ya era noche cerrada. Sola. En
A veces sólo hay que esperar...