Días

 La sucesión de los días se da de manera dulcísima. Me dejo llevar y los momentos fluctúan de uno a otro como fichas en un fichero (no sé bien qué categoría clasifica el fichero), pero alcanzo a ver el movimiento de las pequeñas hojas. Lo veo y los disfruto como esos libritos con muchas fotos, que al dejarlas mover rápido parecen animarse. Ilusión de movimiento, o persistencia retiniana. Sólo que esto no es ilusión, es la realidad, y lo que persiste es el sabor de lo dulce que va por los canales. Como en una pajita, yo soy el líquido de adentro, y no sé quién sorbe, pero sé que está bueno y no importa de dónde venga esa fuerza porque estoy adentro de la pajita. Adentro. A gusto. Me dejo ir. 

Inmersa en bolas de dejavues, me siento a gusto, porque siento que estoy donde tengo que estar. Que está pasando lo que está pasando, y que está bien así. 

¿Explicaciones lógicas? Son esas. Lógica de fuerte ligazón entre los hechos en sí. Se dan porque no cabe otra forma, como si se desprendiera de la naturaleza misma de ellos, que necesariamente han de desenvolverse de tal manera. No hay más explicación que la de un géiser que mana, porque bajo las capas tectónicas de la corteza terrestre, fluye el magma, que da vida al planeta. Y al pasar cerca, un río subterráneo alcanza temperaturas altísimas, de manera que al evaporarse el gas ejerce presión sobre la superficie, surca una grieta y necesariamente brota, para tomar contacto con la atmósfera y licuarse nuevamente.

Me siento como el bicho bolita que justo pasó por ahí cuando empezó a salir el agua.

Y es poético, y es lógico todo junto. ¿Por qué? Magia, dicen. Vida.